Todos, todos, todos hemos llevado una foto de nuestra/o novia/o en la cartera. Tanto si la veíamos diariamente, como si manteníamos una relación a distancia. Por lo tanto las generaciones actuales no han inventado nada. Otra cosa distinta es comó hemos llegado a convertir esa sana costumbre en un gravísimo problema de privacidad, al que llamamos sexting.
¿De qué hablo? Os cuento. Esa cartera en la que antes llevábamos todo lo importante, ahora se llama smartphone o móvil. Y si antes llevábamos una foto de nuestra pareja, ahora también. Claro está que no negaré que para nuestra generación, cuanto menos hubiera sido divertido (incluso excitante) el tener una foto…¿cómo lo digo? atrevida, en lugar de la típica de tamaño carnet. Pero algo tan osado requería de la coincidencia de múltiples factores. Tenías que hacerte la foto, llevarla a revelar (menuda vergüenza) custodiarla (sin que te la vieran tus padres) hasta que se la entregabas a su destinatario/a. En fin, un periplo prácticamente imposible de afrontar. Pero hoy en día todo ese via crucis se resume en una sola palabra: selfie.
Te haces la foto en dos minutos.
Te vas al baño (nunca los baños han sido tan usados como escenario) adoptas tu pose más sexy (la cantidad de ropa que lleves puesta es inversamente proporcional al volumen de amor que quieres transmitir) y listo, se la envías por whatsapp.
¿Cómo hemos llegado a tal punto de inconsciencia? ¿En qué parte nos hemos perdido padres y educadores, para que nuestros menores NO VEAN el enorme problema que hay en eso? ¡Ojo! Digo menores porque ellos son el eje central de mi trabajo aquí, que eso de las fotitos sexis viajeras no es exclusivo de ellos.
A ver Santi, céntrate. ¿Todos los menores practican el sexting? Obviamente no. Ni todos los menores practican el sexting, ni todos los que lo practican acaban teniendo problemas. Ya que esta práctica como tal cuando no pasa de eso, no es más que una forma peculiar de transmitir un sentimiento hacia otra persona. Una forma de transmitir confianza. Un poco radical, eso si. Bien, entonces ¿cuál es el problema? Pues la falta de perspectiva. En nuestra juventud cuando se terminaba una relación, a lo sumo esa foto de la cartera acababa en la basura, como diana en una puerta o quemada en un cenicero. Pero hoy en día… ¡Ay amigo…! Hoy en día esa foto que enviaste, en la que expresabas mucho amor está a un clic de ser pública. En la actualidad, si la cosa no acaba bien y hemos compartido fotos comprometidas, quedamos expuestos. No digo que nosotros seamos los culpables de que nos SEX-TORSIONEN con esas imágenes. Pero no podrán hacerlo si NO tiene las fotos. ¿Lógico verdad?
Una vez más estamos ante un claro caso de mala gestión de la privacidad. Debemos ser muy conscientes de este problema y así debemos de transmitírselo a nuestros hijos y alumnos. Debemos tratar nuestra privacidad con más cuidado.
- Antes de enviar una imagen a nadie, sobre todo cuando es una foto «comprometida«, tenemos que pensarlo dos o tres veces antes. ¿Y mañana qué? ¿Cabe la más mínima posibilidad de que me arrepienta? Pues entonces no la envíes.
Nadie, nadie, nadie, por mucho que diga que me quiera, me puede exigir ese tipo de prueba de amor.